Y he aquí, vengo presto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. Ap

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jueves, 26 de mayo de 2011

FIRMES EN LA FE



“No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas.Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio; porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir. Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (Hebreos 13: 9-15)

1.Firmes en la fe y en la sana doctrina

No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas”
Hoy en día tenemos un gran problema en el seno eclesial, y es que han proliferado numerosas doctrinas diversas y extrañas a la Palabra de Dios. El dicho de supuestos apóstoles y profetas es más importante que la misma Palabra para muchos.
El Nuevo Testamento contiene advertencias numerosas en contra de la enseñanza falsa y los falsos maestros:
“Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño” (Hchs. 20: 29)
“Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Romanos 16: 17)
“para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Efesios 4: 14)
En el tiempo de los destinatarios de esa epístola a los Hebreos, y así como iba dirigido a esos hebreos que se habían convertido a Cristo, lo que peleaba contra su nueva fe era entre otras cosas la enseñanza de lo judaizantes, los cuales enseñaban que para ser salvos era necesario observar los rituales y ceremoniales del Antiguo Testamento, de ahí el asunto de las viandas (la alimentación).
La ley mosaica tenía regulaciones para todo, incluida por supuesto la alimentación (ver Levítico 11).
Muchos enseñaban que era importante seguir cumpliendo esas regulaciones, aún cuando en teoría creían que Cristo cumplió en sí mismo con la Ley. Tenían un problema de falta de definición.
Por eso el autor a los Hebreos les dice que: buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas”
El corazón, que ejemplariza la misma vida del individuo, es afirmado con la gracia de Dios, y no por el cumplimiento parcial o total de la reglamentación veterotestamentaria acerca de las viandas (comida).
Nunca aprovechó eso, porque nadie ha podido cumplir con la Ley, excepto Cristo.
Para los cristianos, tanto para el Israel de Dios (los judíos cristianos), como para los demás, esas leyes que eran sombra de lo que tenía que venir, habían quedado abrogadas:
“Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo” (Colosenses 2: 16, 17)
“…mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad.  Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado” (1 Timoteo 4: 3-5)
En cuanto a nosotros, la enseñanza también es clara. Aquí las viandas podrían significar  cualquier cosa que tire de nosotros para apartarnos de la voluntad de Dios para nuestras vidas. Por eso es preciso afirmar nuestros corazones con la gracia de Dios.
Sólo la gracia de Dios puede cambiar el corazón, jamás los simples esfuerzos humanos.

2. Excluidos del mundo, y el mundo excluido de nosotros

“10 Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo. Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. 12 Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio”:
Los que servían en el tabernáculo, eran los sacerdotes y levitas de ese tiempo, que seguían con sus rituales judíos en el templo de Jerusalén.
Al decir que nosotros “tenemos un altar”, se está refiriendo el autor a los Hebreos, que ese altar es el sacrificio de Cristo, en el cual ellos no creían, y por tanto estaban excluidos de la salvación.
Los cuerpos de los animales que eran ofrecidos en el día de la Expiación no eran comidos, sino quemados “fuera del campamento”:
(Levítico 4: 14-21) “luego que llegue a ser conocido el pecado que cometieren, la congregación ofrecerá un becerro por expiación, y lo traerán delante del tabernáculo de reunión. 15 Y los ancianos de la congregación pondrán sus manos sobre la cabeza del becerro delante de Jehová, y en presencia de Jehová degollarán aquel becerro. Y el sacerdote ungido meterá de la sangre del becerro en el tabernáculo de reunión, y mojará el sacerdote su dedo en la misma sangre, y rociará siete veces delante de Jehová hacia el velo. Y de aquella sangre pondrá sobre los cuernos del altar que está delante de Jehová en el tabernáculo de reunión, y derramará el resto de la sangre al pie del altar del holocausto, que está a la puerta del tabernáculo de reunión. Y le quitará toda la grosura y la hará arder sobre el altar. Y hará de aquel becerro como hizo con el becerro de la expiación; lo mismo hará de él; así hará el sacerdote expiación por ellos, y obtendrán perdón. Y sacará el becerro fuera del campamento, y lo quemará como quemó el primer becerro; expiación es por la congregación”
La sangre del animal era introducida en el santuario por el sumo sacerdote, presentándola ante Dios como ofrenda expiatoria por el pecado. Después de eso, el cuerpo del animal era sacado fuera del campamento y era destruido.
“Y sacarán fuera del campamento el becerro y el macho cabrío inmolados por el pecado, cuya sangre fue llevada al santuario para hacer la expiación; y quemarán en el fuego su piel, su carne y su estiércol” (Levítico 16: 27)
Jesús fue el sacrificio expiatorio supremo, sacrificado como aquellos animales “fuera del campamento”, afuera de las puertas de Jerusalén:
“Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota” (Juan 19: 17)
Su sangre no fue llevada por sumo sacerdote humano alguno al altar del templo, sino que la cruz que estaba “fuera de la puerta”, fue el mismo altar donde su sangre fue derramada por todos nosotros.
El altar del templo de Jerusalén nada tenía que ver con todo esto. Ese altar del templo representa el simple esfuerzo humano por hacer las cosas supuestamente de Dios, que nada vale y para nada sirve ya.
“Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio”:
Nosotros los cristianos también estamos con Cristo “fuera del campamento”, excluidos voluntariamente de aquella Jerusalén terrenal que en mucho simboliza el mundo, llevando la muerte de Cristo en nosotros mismos, para así vivir en Él:
“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6: 4)

3. Porque no somos de aquí

“14 porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir”
Así como Cristo fue excluido, “padeciendo fuera de la puerta”, nosotros somos llamados a padecer por causa de la obra de Cristo, y esto debería ser nuestro privilegio:
“Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre (Hechos 5: 41)
El mismo apóstol Pablo lo explica contundentemente:
“Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia” (Colosenses 1: 24)
Pablo había aprendido a sufrir por la consecuencia de la cruz: la extensión de su mensaje y la práctica del mismo: la verdad en el amor.
Somos llamados a vivir fuera del mundo en nuestros corazones, aun y estando físicamente en el mundo, simbolizado aquí por la vieja Jerusalén:
“Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud, mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre”  (Gálatas 4: 25, 26)
De ahí que muchos no entienden por qué “nos va tan mal” a los verdaderos cristianos, desde una perspectiva natural, comparándonos con los del mundo, que a muchos les “va tan bien”
De hecho, a los verdaderos cristianos, nos va como le fue a Cristo cuando anduvo entre nosotros, y él ya nos lo advirtió cuando dijo:
“En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16: 33)
Entendiendo el asunto, el mundo es nuestro lugar y tiempo de prueba, aunque de momento nos hemos ya acercado “al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles” (Hebreos 12: 22)
“Nos es necesaria la paciencia para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengamos la promesa” (Hebreos 10: 36)
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo”. Ap. 3: 12
Existe una gran diferencia entre los que son de Cristo, y los que dicen serlo, pero no lo son. Veámoslo:
“Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.” (Filipenses 3: 18-21)
El dios de los que dicen ser cristianos pero no lo son, son ellos mismos, y se constituyen como enemigos de la cruz de Cristo, ya que aunque con su boca la confiesan, con sus hechos e intenciones la niegan.

4. La alabanza de nuestros labios constituye nuestro sacrificio a Dios

15 Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre
Para aquellos judíos creyentes en Cristo, a quienes en primera instancia iba dirigida esa epístola, por ser ya verdaderos cristianos, no podían adorar con los judíos en el templo de Jerusalén, ofreciendo sus sacrificios por medio de mediadores (los sacerdotes), por lo tanto se les insta aquí a adorar y a alabar por sí mismos, no presentando ningún animal u ofrenda material, sino con el simple fruto de sus labios, cumpliendo así la profecía de Oseas:
“Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios (Oseas 14: 2)
Veamos también en Isaías:
“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados. Porque no contenderé para siempre, ni para siempre me enojaré; pues decaería ante mí el espíritu, y las almas que yo he creado. Por la iniquidad de su codicia me enojé, y le herí, escondí mi rostro y me indigné; y él siguió rebelde por el camino de su corazón. He visto sus caminos; pero le sanaré, y le pastorearé, y le daré consuelo a él y a sus enlutados; produciré fruto de labios: Paz, paz al que está lejos y al cercano, dijo Jehová; y lo sanaré” (Isaías 57: 15-19)
Ese fruto de labios que confiesan el nombre de Cristo, hay que entenderlo como cánticos elevados a Él, y también como cualquier manifestación vocal de gratitud a Cristo por su obra de la cruz, y también el confesarlo a otros.
Se nos capacita a ofrecer sacrificios, porque cada uno de los verdaderos creyentes somos sacerdotes del Dios vivo, así como aquellos sacerdotes del A.T. constituyeron el modelo o sombra de lo que luego iba a ser:
“…vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2: 5)

Conclusión

Debemos afirmar nuestra fe con la verdad y la gracia de Dios, dejando de lado aquella doctrina o enseñanza que nos aparta  de esa verdad.
Al vivir de ese modo, somos excluidos de este mundo, que sólo vive para sí y a su manera, para vivir llevando el vituperio de Cristo, lo cual implica  su muerte en nosotros, para que así podamos vivir por Él.
Entendemos, por tanto, que no tenemos patria permanente en este mundo, sino que nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos a nuestro Salvador, al Señor Jesucristo.
Así que, mientras estemos en este mundo, ofrezcamos al Señor sacrificios de alabanza, que como tales, nos cuestan ya que son sacrificios, y declaran el reconocer quien es Dios y su Cristo, a pesar de todas las aflicciones temporales.
Dios les bendiga.

¡ID!



“Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. 15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16: 14, 15)
Tenemos una Gran Comisión que cumplir, la de predicar el Evangelio a toda criatura; es decir, a cada ser humano sobre la tierra.

1.Por amor, hemos de llevar el Evangelio a los perdidos

El predicar el Evangelio; es decir, el hacer saber las Buenas Nuevas de salvación a cada persona, parte y debe partir del mandamiento que tanto rigió en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, cual es:
“Amarás...al prójimo como a ti mismo” (Lucas 10: 27)
En el Antiguo Testamento, lo vemos en Levítico 19: 18;
“...amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.”
Y en el Nuevo Testamento, además de en los Evangelios, en:
(Santiago 2: 8) “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis”
No olvidemos que ese mandamiento parte de un mandamiento anterior, cual es el amar a Dios “con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente” (Lucas 10: 27)
Es imposible amar a Dios si no amamos a los que Dios ama, es decir, a todos los hombres por los cuales Cristo dio su propia vida.
ASÍ PUES, LA MOTIVACIÓN PARA LLEVAR EL EVANGELIO A LOS PERDIDOS, SERÁ LA DEL AMOR.

2. No somos muy conscientes de que la gente sin Cristo va al infierno

(1 Juan 5: 12) “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”.
Las personas que no tienen a Cristo – y son la muy inmensa mayoría – están perdidas; es decir, están condenadas. Quizás muchos no lo saben, o no son conscientes de su realidad, pero eso no les exime de ese hecho y de sus consecuencias eternas.
El problema es que nosotros tampoco somos – generalizando – muy conscientes de esa realidad. También hemos de entender desde el fondo de nuestro corazón cual es el estado de las gentes y de cada individuo que no tiene a Cristo.
Es preciso orar primero que el Espíritu Santo nos haga entender fehacientemente y nos convenza acerca de ello. Sin ese convencimiento y subsiguiente sentimiento, difícilmente tendremos la suficiente carga por los perdidos.
El no tener esa carga por los perdidos, hace que poco o nada hagamos por ellos, en aras de llevarles el mensaje de salvación. Eso es pecado.
El apóstol Pablo declaraba:
“Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9: 16)
Hemos de entender que la mayor bendición que podemos dar a alguien, es el mensaje de salvación.

3. El peligro de vivir encerrados en nosotros mismos

Id por todo el mundo...” (Marcos 16: 14)
A causa del general ambiente hostil que nos rodea, además de otras particularidades, el peligro que corremos como individuos creyentes y como congregación, es la de vivir encerrados en nosotros mismos, conforme a un cristianismo en cierta medida subjetivo o encasillado.
No obstante el mandamiento es bien claro: ¡ID!
En primera instancia, se trata de salir de nosotros mismos, de nuestra comodidad, de nuestros temores, de nuestros prejuicios, de nuestra rutina de vida, etc. No podremos ir muy lejos en el cumplimiento de la Gran Comisión si no empezamos por ahí.
Es pecado también vivir así.
A. El ejemplo de la iglesia primera:
Tenemos el ejemplo de la primera iglesia, la cual vivía, no de espaldas a las gentes, sino todo lo contrario:
(Hechos 2: 44-47) “Todos los que habían creído estaban juntos....perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”.
No tenían grandes infraestructuras (de hecho no tenían ninguna). Sólo se basaban en el poder del Espíritu Santo y en el conocimiento de la Palabra.
Hay algunos puntos a destacar aquí:
  1. “Todos los que habían creído estaban juntos....perseverando unánimes cada día en el templo.”  Juntos y unánimes. Ese estar juntos – en general – debería entenderse sobre todo como un sentir, ya que no siempre es posible físicamente. Lo que siempre hay que estar, y procurar estar, es unánimes (es decir, de un solo ánimo o manera de pensar y sentir).
  2. “partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios.”  Siempre que sea posible, el compartir con sencillez de corazón, es preciso hacerlo, esto es lo que muestra y demuestra que Cristo está en medio nuestro. La alabanza a Dios está implícita – y debe serlo – en ese contexto.
  1. y teniendo favor con todo el pueblo”. Ese tener favor con todo el pueblo es necesario para poder en medio de ese contexto plantar la semilla que es el Evangelio. No podemos vivir un cristianismo de espaldas a la gente. Si queremos ver conversiones, deberemos mostrar nuestro cristianismo ante los demás, y de manera práctica.
  1. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”. En aquel entonces fue así, tal y como lo relata el libro de los Hechos. Es cierto que las conversiones son comparativamente escasas hoy en día, y mayormente en Europa, pero el principio sigue siendo el mismo; cuando tenemos favor con las gentes, anunciándoles el Evangelio, las conversiones se irán produciendo.

4. El engaño de creer que uno “no está preparado”

(Éxodo 4: 10- 12) “Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. 11 Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? 12 Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar”
Como vemos, ya le ocurrió a Moisés. Hemos de entender y creer, que cuando compartamos el Evangelio, será el Espíritu Santo el que de veras estará hablando al corazón de la persona, y que no serán nuestros esfuerzos o palabras rebuscadas las que convencerán a nadie.
Moisés al principio no entendió eso. Pensó que él debía convencer a Israel con sus propias fuerzas y con su dialéctica, sin comprender que Dios mismo iba a “estar en su boca” (Ex. 4: 12).
Lo único que es preciso a la hora de llevar el Evangelio y compartirlo a los demás, es tener ese amor por las almas que sólo Dios puede darnos por su Espíritu, y que es responsabilidad nuestra pedírselo.

5. Modelo de evangelizador: el apóstol Pablo

La Biblia nos da enseñanza en cuanto a cómo llevar el mensaje de salvación a los perdidos. El apóstol Pablo nos da esas directrices:
(1 Corintios 2: 1-5) “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. 2 Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. 3 Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; 4 y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, 5 para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.”
“Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.”  Pablo comprendió que no iba a convencer a nadie conforme sólo el Espíritu Santo podía – y puede – hacer. El entendió que en principio sólo iba a “plantar”:
(1 Corintios 3: 5, 6) “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté...”
Pablo quiso que fuera el Espíritu Santo el que convenciera de pecado a sus oyentes. No intentó convencerles con argumentos.
II. “2 Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.” Tuvo que proponerse a sí mismo, esforzándose, el no ir más allá de la simple, aunque poderosa predicación de Jesucristo como Salvador, quien murió en la cruz por los pecadores – locura a los que se pierden, pero a los que se salvan, es poder de Dios (1 Co. 1: 18)
III. “3 Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor” No fue Pablo sobre ninguna nube de prepotencia, mostrando alguna superioridad ante los demás, sino todo lo contrario, fue con humildad “estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Fil. 2: 3)
IV. “4 y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, 5 para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.”  La elocuencia (el saber hablar o expresarse) no es lo que Pablo usó. Con ello se demostró que las conversiones fueron las producidas por Dios, y no otra cosa, y el poder del Espíritu Santo y Su presencia, respaldaban esas pocas pero ungidas palabras del Evangelio. Con ello, la fe de esas personas, una vez aceptaron el Evangelio, fue real, y no basada en persuasión o argumentos humanos.

6. Concluyendo

“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16: 15)
Podemos y debemos llevar el Evangelio a los perdidos. Confiando en que Dios por Su Espíritu si así le place - estará haciendo la parte que nosotros no podemos hacer: la de convencer al pecador:
“Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento.” (1 Corintios 3: 6, 7)
Cumplamos con nuestra obligación de llevar la Palabra a todos aquellos que la han de escuchar.

NO SEAIS SÓLO OIDORES


“Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. 22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. 23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. 24 Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. 25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”  (Santiago 1: 21-25)


1. Dejando atrás todo lo malo; aún lo que no lo parece

“Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia…”:
Toda inmundicia y toda malicia, es lo que debemos desechar de nuestras vidas. La palabra en griego (rhuparia) que se traduce por inmundicia, tiene el sentido de algo que mancha o que ensucia. Esto tiene un carácter moral.
La palabra kakia en gr. se traduce por: malicia, depravación, maldad, y es lo contrario del cristianismo desde su misma base.
Por lo tanto, hemos de desechar de nuestras vidas toda inmoralidad.
Vemos en 1 Pedro 1: 1, 2:
“Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones,  2 desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación”
Y en Colosenses 3: 8-10;
“Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. 9 No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, 10 y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”
Hoy en día, conforme nos acercamos al día de Cristo, esta parte del Evangelio, que es tan esencial, se menosprecia e infravalora a pasos agigantados.
Se quiere lo “bueno” de Dios, pero se deja de lado la santidad.
Y hablaríamos también, no sólo de abandonar todo lo que claramente es malicia e inmundicia, sino lo que viene presentado con un diseño supuestamente atractivo a los ojos de esta sociedad postmodernista.
Fijémonos en las declaraciones de Brian McLaren, el principal impulsador de la llamada “iglesia emergente”, una aberración del Evangelio:
2Yo no creo que hacer discípulos quisiera decir necesariamente convertirlos al cristianismo. Es aconsejable en muchas circunstancias, no en todas, ayudar a la gente a ser seguidores de Jesús sin abandonar sus religiones budistas, hindúes o judías, y no entrar en la parodia del destino eterno de la gente que es fiel a otras religiones distintas a la nuestra, debemos superar eso”.
“Para poder ayudar a los budistas, musulmanes, cristianos y cualquier persona de otra religión, a experimentar la vida a lo máximo en la manera de Jesús, con mucho gusto me convertiría en uno de ellos, a cualquier grado necesario para abrazarlos, unirme a ellos, entrar en su mundo sin juzgarlos pero con el amor del Señor, el cual me alcanzó a mí también, agregó Brian”.
Es el humanismo llevado a la iglesia. Es también inmundicia.

2. Recibamos la verdad de Dios, para vivirla

Por eso, la Palabra nos insta a recibir con mansedumbre lo que Dios nos dice:
 “…recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”
El mensaje de Brian McLaren, a pesar de su apariencia de benignidad, es absolutamente rebelde a Dios.
Lo que puede llegar a salvarnos por la eternidad, y preservarnos en el día a día, es la recepción en nuestros corazones y voluntad, de veras, lo que Dios nos manda.
Un claro exponente de la inmundicia, es el resistir la Palabra de Dios, muchas veces, reinterpretándola al uso, cuando no concuerda con nuestra manera de ver o sentir o pensar.
Esto último es rebelión contra Dios.
Existe un Dios Creador de todo, que ha dispuesto qué es lo que el hombre ha de creer y cómo. El manipular Sus instrucciones en cualquier manera, es claro exponente de rebelión.

3. Los “sordos” de Dios

Ahora, muchos abiertamente no acomodan la Palabra de Dios a su albedrío, pero hacen otra cosa que también es horrenda a los ojos de Dios.
Si por rebelión abierta, o por cualquier otra causa pecaminosa, muchos que se dicen creyentes, hacen oídos sordos a la Palabra de Dios:
22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. 24Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.”:
Muchos se engañan a sí mismos, llegando a convencerse de que por oír el mensaje de la Palabra, y decir amén, y aún orar después de oírla, y luego olvidarse, serán justificados.
El problema es que puede transformarse en algo rutinario el hacer así. Uno llega el domingo a la iglesia, escucha el sermón, lo entiende, está de acuerdo, incluso dice que sí, que tiene que cambiar en esto o en aquello, pero al minuto siguiente de decir la despedida de la reunión, ya se ha olvidado de todo.
Estos son los oidores “sordos” que dicen ser de Dios. Son sólo limitados oidores, que no hacedores de la Palabra, y se engañan a sí mismos.
Jesús enseñó: “Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” (Lucas 11: 28)
Guardar la Palabra, significa oírla y retenerla en la cabeza, sino ponerla por obra.
Mateo 7: 21; “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”
Muchos dicen, Señor, eso es fácil, pero pocos obedecen al Señor. Si llamamos Señor a Jesús, deberemos por tanto hacer la voluntad del Padre. Las dos cosas van de la mano; van juntas.
Ejemplo tenemos en el A.T.:
“Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos” (Esdras 7: 10)
Ese cumplir la Ley de Moisés, es ahora, el cumplir la ley de Cristo:
“Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”  (Stgo. 1: 25)
La perfecta ley, la de la libertad, es la que Dios reveló en Cristo para que fuésemos libres del pecado y de la muerte:
“Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8: 2)
El cumplimiento de esa ley escrita en nuestros corazones y refrendada en la Escritura, constituye el andar cotidiano del verdadero hijo de Dios.
El verdadero cristiano, lo es mostrando su andar conforme a la voluntad de Dios.//

EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTÁ SOBRE MÍ…



“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;
    2 a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová…” 
(Isaías 61: 1, 2)
El profeta Isaías, 700 años antes de Cristo, profetizó acerca de Jesús, quien iba a ser el que tuviera el Espíritu de Jehová sobre él, para realizar ciertos actos.
Jesús mismo confirmó esto cuando él mismo lo anunció en la sinagoga de Nazaret:
“Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.
    17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
   
 18 El Espíritu del Señor está sobre mí,
    Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
    Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
    A pregonar libertad a los cautivos,
    Y vista a los ciegos;
    A poner en libertad a los oprimidos;
   
 19 A predicar el año agradable del Señor.
    20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
    21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” 
 (Lucas 4: 16-19)
Con la venida del Mesías a Israel la primera vez, primeramente en cuanto al pueblo judío, se cumplió esa palabra. Jesús hizo muchos milagros de sanidades, liberaciones, etc.
Luego esta misma palabra se cumpliría respecto a la iglesia.
Dios sigue haciendo milagros en el nombre de Jesús.
Así que, aunque originalmente esa palabra originalmente fue enviada a favor de los judíos, los judíos al rechazar al Mesías, y el Mesías fundar su Iglesia, esa palabra – digo – se cumplió y se cumple en relación a ella.
Cabe decir que se volverá a cumplir hacia los judíos al final de la gran tribulación, cuando haya entrado la plenitud de los gentiles (Ro. 11: 25) y e Israel sea salvo (Ro. 11: 26), todo ello en el contexto del Milenio.

1. Por pura misericordia

“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para…” (Lucas 4: 16)
Toda esta actuación del Señor sobre su Ungido, y en la medida de la voluntad de Dios, de su Ungido a través de los hijos suyos, tiene un componente básico: Su misericordia.
Es por su misericordia que Dios hace estas cosas, no por merecimiento alguno.
Por lo tanto, que el Espíritu de Jehová viniera sobre Jesús de Nazaret, era obra de Dios para manifestar Su misericordia hacia los hombres. Básicamente esa fue (y es) la razón.
Tuvo un propósito: “…por cuanto me ha ungido para…”
Esa unción de Jesús recibiera, profetizada por Isaías 730 años antes de ocurriera, tuvo una razón de ser.
Dios no hace nada sin un propósito definido. Ese propósito es siempre conforme a verdad, basado en el amor.
Dios no hace nada por apariencia, por complacencia, por vanidad.
Todos sus designios se cumplen, y de seguro se cumplirán.
A. Buenas nuevas a los abatidos, humildes, pobres…
Las buenas nuevas
“…me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos” (Isaías 61: 1)
“…para dar buenas nuevas (evangelizar) a los pobres” (Lucas 4: 16)
Esas buenas nuevas, en hebreo (básar), y que serían “buenas, alegres, gozosas noticias”.
Esas buenas nuevas, en gr (evvagelizó), y que sería declarar el evangelio, es decir, las buenas nuevas de salvación; de vida eterna.

A los humildes

“…me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos (Isaías 61: 1)
Esos abatidos, en hebreo (anáv). Abatidos, en el sentido de necesitados de Dios: humildes, modestos, mansos. Gentes que van a creer en Dios, y le van a creer a Dios. Esta palabra no es para los incrédulos.
“No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos” (Is. 57: 21)
Sólo los que se humillan ante Dios pueden recibir el beneficio del ungimiento de Jesús.
“…para dar buenas nuevas (evangelizar) a los pobres (Lucas 4: 16)
Esos pobres, en griego (ptochos), en el sentido de absolutamente necesitados, como lo son los mendigos. Necesitados de Dios.
CRISTO FUE UNGIDO CON EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO, PARA DAR A CONOCER LAS BUENAS NOTICIAS A LOS NECESITADOS DE ELLAS.
Por lo cual los que creen que no necesitan esas buenas noticias, no reciben el beneficio de las mismas.
Esas “buenas noticias” se resumen en lo que se denomina el Evangelio de la gracia. Pablo tuvo la especial comisión de dar a conocerlo:
“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20: 24)
Este es el mensaje de salvación: Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo (Hchs. 16: 31)
Esta es la principal razón del ungimiento de Jesús por parte de Dios: salvar a todos aquellos que son lo suficientemente humildes como para recibir esa verdad y creerla.
Por lo tanto esa palabra no puede actuar en aquellos que se aferran a la soberbia.
B. A los quebrantados de corazón
“… (me ha enviado) a vendar a los quebrantados de corazón” (Isaías 61: 1)
A vendar
(Chábash, en heb.) tiene el sentido de: envolver firmemente, como un turbante.
  “Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón” (Lucas 4: 18)

Iaomai
 en griego: curar, sanar.
Los quebrantados de corazón
“… (me ha enviado) a vendar a los quebrantados de corazón” (Isaías 61: 1)
  “Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón” (Lucas 4: 18)
Quebrantados:
En hebreo (shávar): rotos, desechos. En griego (Suntribó): roto a pedazos.
Corazón:
En hebreo (Leb): corazón, se aplica a los sentimientos, la voluntad y aún el intelecto.
En griego (Kardia): corazón. Se aplica a la mente y a los sentimientos.
ASÍ QUE EN ESTE CASO, CRISTO FUE ENVIADO A SANAR A LOS QUE TIENEN DAÑADOS LA MENTE, SENTIMIENTOS, VOLUNTAD, POR CAUSA DEL PECADO.
C. A publicar libertad a los cautivos
A publicar:
“…a publicar libertad a los cautivos” (Isaías 61: 1)
En hebreo (kará): abordar a alguien, llamar, convocar.
A pregonar libertad a los cautivos” (Lucas 4: 18)

En griego (kerusó): anunciar (cosas de Dios), proclamar.
“…a publicar libertad a los cautivos” (Isaías 61: 1)
Libertad:
“…a publicar libertad a los cautivos” (Isaías 61: 1)
En hebreo (deror): tiene el sentido de tener “rapidez en el fluir”, libertad de movimientos, libertad.
“A pregonar libertad a los cautivos” (Lucas 4: 18)
En griego (afesis): liberación, perdón, remisión, libertad.
Cautivos:
“…a publicar libertad a los cautivos” (Isaías 61: 1)
En hebreo (shaba): tiene el sentido de “los transportados a cautividad”; es decir, hechos cautivos.
“A pregonar libertad a los cautivos” (Lucas 4: 18)
En griego (aijmalótos): prisionero de guerra.
CRISTO VINO A DECLARAR LIBERTAD A LOS QUE HABÍAN SIDO (O HAN SIDO) CAUTIVOS, HECHOS PRISIONEROS.
ESOS PRISIONEROS LO SON POR CAUSA DEL PECADO Y DEL DIABLO.
D. “y a los presos apertura de la cárcel”
Presos y oprimidos:
“y a los presos apertura de la cárcel” (Isaías 61: 1)
En hebreo (ásar): atados, bajo yugo.
“A poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4: 18)
En griego (zrauó): aplastados, contusionados, magullados.
ESTOS SON GENTES ATADAS, DOLIDAS, BAJO OPRESIÓN, EN OPRESIÓN…
 Apertura de la cárcel/a poner en libertad:
“y a los presos apertura de la cárcel” (Isaías 61: 1)
En hebreo (pecaj-joaj): apertura de una mazmorra
A poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4: 18)
En griego (apostelo en afesis):  enviar o poner en libertad.
ESTAS GENTES ATADAS, DOLIDAS, BAJO OPRESIÓN, EN OPRESIÓN SON PUESTAS EN LIBERTAD, PORQUE EL ESPÍRITU DE DIOS ESTUVO (Y ESTÁ) EN CRISTO.
E. Año de la buena voluntad de Dios / año agradable del Señor
A proclamar:
a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová…” (Isaías 61: 1, 2)
En hebreo (kará): abordar a alguien, llamar, convocar.
A predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4: 19)
En griego (kerusó): anunciar (cosas de Dios), proclamar.
La buena voluntad (aceptable, placentero):

“a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová…” (Isaías 61: 1, 2)
En hebreo (ratsón-ratsón): aceptable, placentero (el año)
“A predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4: 19)
En griego (dektós): acepto, propicio, aprobado (año)
ESE AÑO AGRADABLE DEL SEÑOR, SE PUEDE ENTENDER DE IGUAL MANERA COMO EL “TIEMPO ACEPTABLE” Y EL “DÍA DE SALVACIÓN”
Ese es el tiempo en general para los hombres, y también el particular para cada hombre. Es la oportunidad que cada uno recibe de ser salvo; oportunidad que puede ser aceptada o rechazada por parte del sujeto.

Concluyendo

Esta bendiciendo de lo Alto, recae sobre cada uno de los que somos de Cristo, y es parte de las bendiciones espirituales que Dios preparó para cada uno de los que íbamos a creer:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,  4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1: 3-5)
No dudemos, en este contexto “acercarnos pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4: 16)

VIVIENDO POR ENCIMA DE LO NATURAL



Filipenses 4: 4-7
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!
    5 Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.
    6 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
    7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”

1. El regocijarse en el Señor

“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!...”:
  1. a) Es una decisión:
Podemos decidir vivir conforme a las circunstancias, y dejar que estas nos afecten, incidiendo en nuestro carácter antiguo y carnal; o podemos decidir que eso no sea así. Es un asunto de fe y de confianza en Dios.
  1. b) Es una actitud:
Y como tal, deberá ser aprendida, ya que no surge espontánea de nosotros. La actitud también  es una decisión.
Podemos desarrollar una actitud contraria al gozo del Señor, o conforme al gozo del Señor.
  1. c) Es un creerle de veras a Dios:
Podemos creer a Dios a medias, o podemos creerle a cabalidad.
Si decidimos creerle enteramente, conforme el puede ser creído (ya que Él nos ha manifestado Su carácter y voluntad), entonces la consecuencia inmediata será el regocijo, no por otra cosa, sino por Quién y cómo es Él.
Pablo aprendió a gozarse en el Señor. No porque todo le iba bien (conforme a la felicidad que este mundo entiende), sino porque sabía que el Todopoderoso estaba con él y a su favor.
El gozo de los creyentes es una realidad que no se relaciona ni se inmuta por las circunstancias de la vida, sino que está basada en una verdadera relación; la cual es imperturbable e inmutable con el Señor.
“Regocijaos en el Señor siempre…”:
El adverbio “pántote” (siempre), tiene cierto matiz circunstancial: en toda clase de circunstancias.

2. El trato con los demás

“5 Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca”:
Habla de nuestra relación hacia los no creyentes, básicamente.
“5 Vuestra gentileza…”: La palabra en griego es epiéikeia, y no tiene una traducción exacta en castellano,  ni en latín.
No debería traducirse por amabilidad ni modestia, sino más bien por “mesura”.
Debería más bien entenderse como: “lo mesurado”.
La idea es la siguiente:
Lo que se enseña aquí, es acerca de una actitud cristiana de condescendencia con los demás; un mezcla de compasión y comprensión (aunque sin disminución en lo moral, ni transigencia en cuanto a la verdad de Dios).
Todo ello en cuanto a que, desde la perspectiva escatológica (porque ese es el sentido), el Señor está a las puertas.
Además, es imposible gozarse en el Señor si al mismo tiempo uno guarda rencor hacia los demás.
Es del todo incompatible.
El sentido aquí es el de no ver a los demás como enemigos, sino como gentes necesitadas de Dios, y que sin Cristo están perdidos.
Acordémonos que nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra el Maligno (Efesios 6: 20)

3. Por encima de las cosas creadas

 “ 6 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.  7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”:
El afán, la ansiedad, la preocupación exenta de paz, indican una falta de fe puesta en práctica.
Cuando andamos realmente en fe, y después de haber hecho todo lo que está en nuestra mano hacer, debemos confiar en Dios; esperando en Él, como aquel que camina sobre las aguas.
La cuestión aquí, es que en esos momentos, ya no estamos sujetos a lo estrictamente natural, sino que literalmente estamos en las manos de Dios… de hecho esta debería ser nuestra manera cotidiana de vivir.
Esto mismo lo vemos también en la Palabra:
Romanos 12: 1, 2
1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
    2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Los impíos viven en dependencia de lo que puede ver y tocar. Nosotros no debemos vivir así, sino en dependencia del Invisible, del que todo lo puede; del que no está sujeto a nada ni a nadie, de Dios.
“…sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”:
Dios quiere que elevemos nuestras peticiones ante Su presencia. Ese pensamiento que dice algo así como que Dios está demasiado ocupado como para atendernos en nuestras cosas, es absolutamente falso, y proviene de un entendimiento muy corto de cómo es Dios y de Sus atributos.
Dios conoce absolutamente todo de nosotros, pero aún y así, quiere que nosotros le demos a conocer las cosas nuestras.
Esto demuestra nuestra confianza y dependencia de Él.
La acción de gracias, antes de que se produzca en nuestro medio la intervención de Dios, es muestra de nuestra fe y confianza en Su carácter.
“7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”:
Una vez procedemos de ese modo, entonces y de manera consecuente, la paz que sólo Dios da, y que no está sujeta al entendimiento humano, será un hecho en nuestras vidas.
El término “guardará”, significa: “mantener bajo vigilancia constante”. La paz de Dios guarda a los creyentes de la ansiedad, la duda, el temor, la aflicción profunda del alma.
La paz de Dios guarda: Los corazones y los pensamientos. Es decir, guarda todo nuestro ser interior, alma y espíritu.
Nótese que no dice nuestro cuerpo, ya no existe una promesa específica y generalizada de protección de nuestro cuerpo en esta vida. El cuerpo morirá (esperando la resurrección del mismo), pero el alma y el espíritu humanos son inmortales.

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