Y he aquí, vengo presto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. Ap

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sábado, 28 de mayo de 2011

ENTENDIENDO MÁS SOBRE EL ENEMIGO Y NUESTRA RELACIÓN CON EL SEÑOR



 (Leer Salmo 27: 2-6)
El ataque del enemigo, para el verdadero hijo de Dios, solamente tiene un efecto definitivo - o dicho de otro modo – una sola razón de ser para el Señor: ¡Victoria!
El ataque sólo podrá redundar en ¡victoria!
Leemos en 1 Corintios 10: 13;
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”
El Señor, el cual no permitirá una prueba mayor que la que podamos resistir, hará que ese ataque produzca en nosotros un mayor peso de gloria. No por el ataque en sí, sino por la respuesta de fe y esperanza en el Señor.

1. Cómo actúa el enemigo, y cómo actúa el Señor

“Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron”:
Démonos cuenta que los malignos, angustiadores y enemigos, se juntan entre sí para poder obtener mayor fuerza.
Nunca el enemigo actúa independientemente del enemigo, sino que junta sus fuerzas para poder atacar mejor y con mayor efectividad.
El objetivo es el de “comer mis carnes”; lo cual implica, destruir al adversario; en este caso a nosotros, los que verdaderamente queremos servir al Señor.
“...ellos tropezaron y cayeron”:
El Señor espera que ellos se preparen y se junten, y en el punto más álgido de su maldad, odio, y poder para el mal, entonces....tropiezan y caen.
Esa fue la tónica en los tiempos de David, y lo es ahora también. De una sola pasada, el enemigo es destruido, y esa es su frustración, que cuando más lo intenta, por es el resultado para él. Cuando más intenta destruir, él es más destruido.

2. Nuestra confianza en el Señor

“3 Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado”:
Por esa razón, David exclama así, es decir, su confianza en que Dios en Su fidelidad, siempre intervendrá para destruir a Su enemigo.
“Aunque todo un ejército acampe contra mí...”:
Un ejército puede estar formado por muchos miles de hombres (o de demonios, o ambos). Aun y así, nuestro corazón no temerá.
Esos angustiadores que dice el salmo, no necesariamente producen lo que son y quieren, sino que sólo son comisionados a producir angustia...otra cosa es que consigan sus objetivos. Nuestro corazón, no temerá.
“...aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado”:
David aquí va más lejos, porque habla de guerra. Una guerra no consta de un solo ejército, sino de varios o muchos. Aún y así, “yo estaré confiado”.

3. El verdadero peligro es despistarse del Señor

4 Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo”:
A David realmente no le preocupaba la cuestión del enemigo y de sus ataques, sino otra cosa. A David le preocupaba el estar ante la presencia del Señor.
Lo más fácil para un cristiano, es despistarse en su relación con el Señor, y esa es la mayor de las derrotas y desastres.
Para David lo más importante era el asegurarse que estaba en total comunión con el Señor todos los días de su vida.
Para David no era lo más importante el vencer sobre el enemigo; y menos todavía, el vivir en abundancia y prosperidad materiales, o similar, sino el vivir agradando a Dios siempre.

4.Nuestra parte a hacer

Para eso dice que iba “a buscar” la cosa que le había demandado a Dios, el “estar en la casa de Jehová siempre”; eso significa el estar en Su presencia siempre. Ese “buscar” implica nuestra parte a hacer.
La derrota peor que puede sufrir un cristiano es el tener una muy aparente victoria contra los ataques del enemigo y sus asechanzas, pero al tiempo, descuidar su vida devocional y relacional con el Señor. Allí venció el enemigo.

5. La protección y la manifestación de victoria

“5 Porque Él me esconderá en Su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de Su morada; sobre una roca me pondrá en alto”:
David sabía que si él buscaba el estar en la presencia de Dios – si él hacía su parte – Dios le iba a esconder del mal en el día del mal. Esa es la primera parte.
Eso significa que la verdadera victoria sobre el enemigo estriba en uno ser de Dios, y vivir amándole de veras. El resto, lo hace el Señor. Poniendo a salvo a su amado sobre la Roca que es Cristo.
6 Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; cantaré y entonaré alabanzas a Jehová”:
La segunda parte de ese proceso de estar siempre en la presencia del Señor, significa la manifestación visible de esa victoria: “levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean”
Y como consecuencia de ello, el gozarnos en la presencia del Señor:
y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; cantaré y entonaré alabanzas a Jehová”. Esto también implica una decisión y actuación por nuestra parte. Dios no nos va a hacer adorarle y alabarle, esto es una actuación nuestra.
El ejemplo de Elías
Muchos piensan que ese estar ante la presencia del Señor siempre, sólo es para “super” santos (que sólo existen en la imaginación de alguno); pero no es así. Veamos el ejemplo de Elías:
Elías el profeta, constantemente decía que estaba “en la presencia del Señor” (ver 1 Reyes 17: 1, 18: 15; 2 Reyes 3: 14, 5: 16).
Pareciera como que Elías era un hombre perfecto, una especie de santo glorificado, y sin embargo, en Santiago encontramos que se nos dice que“Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras...” (Santiago 5: 17)
Así que el estar en la presencia del Señor, no es para los perfectos santos (que no existen), sino para los santos, es decir, para aquellos que hemos sido redimidos por el Señor por Su sangre.//

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