Y he aquí, vengo presto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. Ap

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viernes, 27 de mayo de 2011

LA OBRA DE DIOS Y SU ORDEN




Leer Marcos 6: 7-13; 30-44

1. Arrepentimiento

(Marcos 6: 7, 12) “Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos…Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen”
Yendo de dos en dos, los enviados de Cristo fueron a hacer la obra de Cristo.
El Señor envió a sus doce a predicar el arrepentimiento. Arrepentimiento no es sólo el sentir pena, o malestar por el pecado cometido, sino que implica un apartarse de ese modo de vivir.
Vemos que el mensaje del Evangelio empieza con un llamamiento al arrepentimiento verdadero.

2. La obra es de Dios

30 Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado.  31 El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer. 32 Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto.
Los discípulos de Jesús hicieron lo que el Señor les encomendó, y así se lo hicieron saber.
Ellos hicieron su parte. Hay una parte que hacemos nosotros como discípulos de Cristo, y el resto ya es la obra directa del Señor.
Dios nos concede el privilegio de participar en Su obra. Es un privilegio porque es por concesión, ya que Dios no necesita a nadie. Pero es Su voluntad que seamos partícipes de Su trabajo.
Cuando hemos hecho nuestra parte, el Señor nos lleva a un lugar de descanso, para descansar “un poco”, y poder ocuparnos de nosotros mismos.

3. La compasión en acción

“Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él. 34 Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
Mientras los discípulos descansaban, el Señor Jesús siguió ocupándose de la gente.
Lo que motivó el hacer así, fue la compasión.
Vemos que dice que tuvo compasión “porque eran como ovejas que no tenían pastor”.
Jesús veía a todas esas ovejas perdidas de Israel (no eran incrédulos impíos gentiles), y tuvo compasión de ellos, presentándose a ellos como su pastor.
Escribe MacArthur:
“Una imagen del AT utilizada para describir a las personas como indefensas, hambrientas, necesitadas de protección y guía espiritual, expuestas a los peligros del pecado y la destrucción espiritual”.
Muchos siglos atrás, el profeta Micaías fue interpelado por el malvado rey Acab de Israel, sobre si debía o no ir a la guerra contra Siria (cuando no era la voluntad de Dios que así se hiciese). La respuesta de Micaías fue:
“Yo vi a todo Israel esparcido por los montes, como ovejas que no tienen pastor; y Jehová dijo: Estos no tienen señor; vuélvase cada uno a su casa en paz” (1 Reyes 22: 17)
La derrota en lo natural de Israel que vio Micaías en visión, donde estaban todo Israel esparcido por todas partes, sin rumbo ni dirección – como ovejas sin pastor – es la misma (pero en lo espiritual) que veía Jesús en esa multitud congregada en ese lugar desierto.
Esas ovejas sin pastor estaban desorientadas, perdidas, y muy necesitadas de alimento, esta vez, espiritual.
Jesús les enseñó
Jesús como pastor, lo que hizo a todos ellos fue “enseñarles muchas cosas”.
Nótese que esa compasión en primer lugar, no le llevó a ocuparse de sus necesidades fisiológicas, sino a ser maestro de ellos.
Así que Cristo se manifestó a ellos primeramente como Pastor y como Maestro.
Lo primero que necesitaban esas ovejas sin pastor, era que se las alimentase espiritualmente. Necesitaban Palabra de Dios, y Cristo estaba allí para darles esa Palabra.
La prioridad era la enseñanza de la Palabra, antes que cualquier otra consideración, y por largo tiempo; todo el necesario:
“Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada” (6: 35)
Estaban en un lugar desierto, donde no había provisión en cuanto a lo natural, y la hora era ya muy avanzada, por lo tanto la luz del sol pronto iba a cesar. 

4. En situaciones extremas

36 Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer”:
Se produjo una situación, llamémosle, extrema. La gente la cual se contaba por miles, ahora estaba nutrida espiritualmente, pero tenían necesidad en lo natural. Dios es tanto Dios de lo espiritual como de lo natural. Había niños, mujeres, ancianos, etc. gente con necesidad en lo natural.
A. La respuesta de Dios
“Dadles vosotros de comer”:
a) Respuesta en lo natural:
Esa fue la de los discípulos: 36 Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer”
b) Respuesta en lo sobrenatural:
“37 Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer”
Jesús pidió un imposible en lo puramente humano: dar de comer a miles de personas sin tener nada en la mano prácticamente.
Doscientos denarios era el sueldo de 200 días de un trabajador. Nadie tenía esa cantidad.
Dios a veces nos pide cosas que es imposible que las consigamos por nosotros mismos.
¿Cómo iban esos pobres discípulos a sacar provisión para esos miles de personas congregadas en ese lugar desierto, vacío, a distancia de cualquier lugar habitado y poniéndose el sol?
Sin embargo el Señor les ordenó que les dieran de comer. La orden era clara.
Cuando Dios pide “imposibles”
Pero, ¿Pediría Dios un imposible? No, Dios apura, permite, dirige a una situación extrema, en la que Él siempre pueda glorificarse. Tal fue el caso de Lázaro cuando cayó enfermo:
“Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (Juan 11: 4)
Esta vez fue igual.
Jesús les dio el alimento espiritual, e iba a darles el alimento natural, pero a través de la intervención de sus discípulos.
38 El les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces”
Seguramente eran los restos que les habían quedado a los discípulos después de haber comido ellos en su descanso, posiblemente en el transcurso de su viaje en la barca, o una vez llegados a la orilla.
Esa provisión de alimento no era suya originalmente, sino que era debida a la generosidad de aquellos a los que ellos previamente habían ministrado (el obrero es digno de su salario). Véase:
“Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos. 8 Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto” (Mr. 6: 7, 8)
Cinco panes y dos panes era todo lo que podían aportar los discípulos en ese momento, pero el Señor lo multiplicó por, seguramente, dos o cuatro mil (se presupone que podrían ser unas 20.000 personas)
Cuando Dios pide imposibles, es porque Él es el Señor de los imposibles, y ese imposible se hará realidad en lo natural:
“Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos. 42 Y comieron todos, y se saciaron”
Jesús es el Hijo de Dios. Con ese acto, estaba diciéndoles que Él es el Creador, ya que de lo que no se veía sacó pan y sacó pescado:
“Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11: 3)
Nótese que ese pescado estaría ya preparado para ser comido. El milagro fue completo.
Todos se saciaron, tanto espiritualmente como en lo natural. El milagro fue completo.

5. Cuando el milagro es completo, la abundancia desborda

“43 Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces. 44 Y los que comieron eran cinco mil hombres”:
Esas cestas, siendo doce, posiblemente eran cada una de cada uno de los doce discípulos.
Como dice McArthur, eran las mismas en las que habían traído el alimento para ellos, “eran recipientes pequeños de mimbre como los utilizados por los judíos para llevar comida”.
Cuando el milagro es completo, la abundancia desborda. Esto sigue el mismo principio siguiente: “Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3: 20)
Dios es siempre fiel.

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